lunes, 28 de marzo de 2011

A presentación


Cualquier tarde de enero, junto al mar, nací, junto al mar. Cualquier fría tarde soleada de enero, tres cuartas más allá, mi tímpano discernió el sonar de música de olas de estrecho. El estrecho se estrelló sobre el canto arenoso serenándose plácido. El estrecho se marchó, desembocó, y volvió reciennaciendo, y estrelló su joven pecho azul sobre la piedra dura de los delicados senos de una ninfa acuática reclinada en el arenoso canto al frío sol salino de las cinco de la tarde; allá donde África y Europa encuentran las orillas opuestas de un mismo río, quizá el más bello, el más duro, el más veloz y soberbio, el Olvido.
A las cinco de la tarde nací con un canto-música canturreado a mi oído de criatura. Era una tarde cualquiera de sol frío, lluvioso enero de llanto de tiempo, cuando nací junto al mar sordo en los brazos de una ninfa canturreando el canto del sonoro mar.

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