martes, 7 de diciembre de 2010

La locura


Un hombre con dos cuerpos camina una sucesión decreciente de números impares donde las claves de la viola hilan las lunas de los años crecientes y las notas musicales se dibujan como astros de simbólica sombra. El hombre con dos cuerpos camina. Cada paso tres, cada tres cada paso. Donde cae el sonido de la justicia y el niño estremece en su cuerpo la semilla del espino florecido. Porque verán los que aún estén sin vida o en vida sufran la muerte en sombras sin sueño. Obtuso solo adentro. Obtuso solo afuera. La lámpara negra en el cielo de sombras volubles, y el paseo con el odio, y el espasmo seguro del espanto sin remedio ni voz ni cuerpo. Amor, temblor, sudor frío en las paredes y llanto en el abismo. En el páramo del silencio, el cuerpo marchito por momentos cuelga del grifo petrificado y la sanguijuela envenenada se arrastra sin color, frente al rostro de medusa, para recibir la muerte de la certeza de la locura.

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