viernes, 3 de diciembre de 2010

Panorama del horizonte turquesa

photojavi.com/baelo-claudia, autor de esta bonita foto
Los carros tirados por mulos avanzan ruidosos por el empedrado cargados de jureles y caballas frescas azules del estrecho. La ciudad costera despierta; deben ser las seis de la mañana. En el mercado humean las cocinas y de la casa franca, iluminada profusamente, sale enquistado algún marinero perdido para encontrarse sin una chica frente a las cantinas que elevan puertas envueltas en espesa humedad. Sobre la loma que preside el Olvido, Júpiter, Minerva y Juno, entronados en piedra y mármol, auspician a los ciudadanos de la Bética y las pequeñas embarcaciones y los buques mercantes venidos de Roma se pintan sobre el mar infinito turquesa. “Aquel que proviene del lejano Egipto me llevará seiscientas ánforas de garum”, dice Callo Sexto desde el podium alzando la cabeza frente al chipriota Gadex que extravía sus aceitosos ojos en cuatro bellezas andaluzas que bailan, diosas de gracia, junto a la esbelta entrada de la termas repicando sus castañuelas y volteando sus cuerpos mediterráneos de sol y mar y amor. Junto al chismoso que envenena los oídos de las matronas con los abstrusos secretos del corazón.
“!Melocotones, olivas y manzanas!”. En el mercado las brasas despiden olor de pescado y un par de funcionarios de paso olisquean el género de pan y frutas de la rica Hispania. “!La medida de aceite medio sestercio¡”. Y en las cantinas repiquéo de vasos alegres de vino y cantos de pescadores. “Que se sirva a todos; entra la flota mercante”. “Gloria a Esculapio, protegido de Mercurio”. El brindis y la canción.
En la casa de Esculapio su mujer tirolesa golpea a la esclava porque entra la flota mercante; porque no entra… “Señora, que me matáis”. “Callad, perra”. “Sacad a ese chucho de aquí o acabará cayendo a la poza”. En la factoría de garum se ríe trabajando. “Esos pretores germanos no entienden de pescao; un chucho no les hará ningún daño”. Adentro con él. El chucho nada entre restos azulados de caballas y jureles soleados en las piscinas de garum maloliente. “Mirad, mirad ya se hunde”. “Salud, pretores germanos”.
Detrás de los rubicundos templos de piedra porosa elevados al cielo, efímeros y eternos como el olvido, la pequeña ciudad tranquila afortunada turquesa, donde cae la cornisa de la ínsula Barataria estrepitosa, y mujeres, niños y ancianos se congregan para avistar el cadáver dislocado del joven Asceltis que quería ser poeta, palmerín de la Bética. “Mirad cómo quedó por andar ensimismado”, dice un viejo orador importuno a la concurrencia que aplaude enfervorizada. Todo son vítores y sátiras, y entre risas a la casa se recogen las mujeres mediterráneas, y los ancianos pescadores hacia el foro, a media mañana, los puedes ver bajar charlando gesticulantes. “La mar está tranquila. El levante suave propicia y la luna está llena. Mañana amanecerá nublado azul de buena pesca”.
La Séptima, en la cavernas del teatro. Los oídos ancianos de pescadores andando al mar, disciernen movimiento de aparejos y arreglos; música recortada y lejanos parlamentos.
Rugir de olas. En la playa las hermosas patricias mediterráneas reclinadas al sol de mar entre abanicos de ébano discuten coquetas sobre solteros con mosaicos. “Callo Sexto, es bien bello de fortuna”. “Pero, qué decís, Antioquía, Callo es un necio, no aparece por el teatro, siempre hablando de garum; es vulgar ese plebeyo adinerado”. Y sombreada y recogida, la bella “Cástulo… Cástulo…”. “No llores, Calipedia. Venid a mis brazos, Afrodita, que la Hélade al completo os tomaría por esposa. Cástulo es avaro de riquezas; se pierde de la Bética las vivísimas rosas. No lloréis, diosa, que enrojecen vuestros pómulos de azúcar tostado al sol de mar”.
“Amarrad vientos”. Las naves mecidas por el levante barruntan la costa y las barcazas que portan los bultos se hacen al mar todas a una bajo el sol mareado donde se percibe el aura aceitosa de las calderas de garum y los hombres de aceituna atareados porteando las ánforas a la orilla. “Daos prisa..” increpa Viltus al joven Estraperlo “…la cantina debe estar llena ya”. “Prestadnos suerte, Mercurio, que el hambre socava la velocidad”. Los carros tirados por mulas trotan cargados de pescado azul por el empedrado crecido de fina arena de playa, cuando el marinero perdido regresa a la mar, al Olvido, de espaldas a la ciudad de Baelo, recostada al sol matutino sobre el infinito panorama azul turquesa. En el horizonte del silencio de columnas alzadas desafiando al levante del mar de sol.

2 comentarios:

  1. Hola, gracias por usar mi foto 'Baelo Claudia'.

    Tal vez encontraras mi foto por otros sitios de internet, pero te agradecería mucho que pusieras los créditos photojavi.com/baelo-claudia ;)

    un saludo!

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  2. como ves, ya está hecho. MUchas gracias hermano de profesiones sangrantes, tu foto me merecía la pena.
    Un saludo tb!!! sigue fotografiando xf

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